Después de más de cuatro décadas de espera, este mes marca un hito histórico para el magisterio chileno: el inicio del pago de la denominada deuda histórica, una reivindicación largamente anhelada por miles de profesoras y profesores que vieron vulnerados sus derechos durante la dictadura militar, cuando la administración de la educación fue traspasada desde el Estado central a los municipios, sin respetar las remuneraciones y beneficios establecidos por ley.
El anuncio y la puesta en marcha del primer tramo de pagos simbolizan más que una reparación económica; representan un acto de justicia y reconocimiento moral hacia quienes formaron generaciones de estudiantes en medio de carencias, incertidumbre y olvido institucional. Para muchos docentes jubilados —y también para los familiares de quienes ya no están— este avance llega como un respiro tardío, pero profundamente significativo.
La deuda histórica fue por años una herida abierta. Gobiernos de distintos signos prometieron resolverla, sin lograr concretar el anhelo del profesorado. Hoy, el proceso comienza con un número limitado de beneficiarios priorizados por edad y condiciones de salud, en una etapa inicial que busca dar respuesta a quienes más lo necesitan y que, lamentablemente, han cargado por décadas con la postergación.
Más allá de las cifras y los plazos, este inicio representa un triunfo de la perseverancia del magisterio chileno, que no dejó de movilizarse, exigir y recordar que la educación pública se construye sobre el compromiso de sus docentes, pero también sobre el respeto a sus derechos.
Sin embargo, la tarea no termina aquí. Quedan por delante etapas administrativas, criterios de inclusión y el desafío de asegurar que todos los afectados reciban lo que en justicia les corresponde. El Estado chileno tiene ahora la oportunidad de cerrar una deuda no solo económica, sino también moral y social, con quienes dedicaron su vida a enseñar.
El inicio del pago de la deuda histórica no borra los años de espera, pero abre una nueva página en la historia del magisterio: la de una reparación que, aunque tardía, comienza finalmente a hacerse realidad.