«No nos queda otra opción que transitar por la calle, exponiéndonos al peligro de los autos. Las veredas son prácticamente imposibles de usar», comenta una persona, que se moviliza en silla de ruedas debido a una discapacidad motriz. Su testimonio no es aislado: muchas personas con movilidad reducida, adultos mayores con bastón e incluso madres con coches de bebé sufren la falta de infraestructura adecuada.
El problema no se limita solo a sectores alejados o barrios menos favorecidos. Incluso en el centro de la ciudad y en zonas de alto tránsito peatonal, las condiciones de las veredas dejan mucho que desear.