Un reencuentro después de 50 años: la historia de una amistad inolvidable

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Escribe Mario Grandón Castro

La vida tiene maneras sorprendentes de reunirnos con quienes marcaron nuestra infancia y adolescencia. Después de 50 años, tuve el privilegio de reencontrarme con un viejo amigo, Mario Sebastián Mayer Orellana. Hoy, un hombre multifacético  radicado en los Estados Unidos.

Nos conocimos en Victoria, en la población Prat, un lugar que fue escenario de nuestras primeras aventuras y aprendizajes. Vivíamos a menos de media cuadra de distancia, y Mario, con su carácter amable y solidario, era un buen amigo y «buen cabro», como decíamos en aquellos días. Su hogar era cálido y siempre lleno de vida, eran nueve hermanos que compartían las alegrías y desafíos de una familia numerosa.

Recordar esos años trae a la memoria momentos sencillos pero profundos: juegos en la calle, conversaciones que parecían eternas y la complicidad que sólo se encuentra en la niñez. Ahora, tras décadas de caminos distintos, me emociona ver en Mario Sebastián, no solo al amigo que siempre fue, sino también al hombre íntegro que ha construido una trayectoria marcada por el servicio, la creatividad y el liderazgo.

Nuestro reencuentro es un recordatorio del poder de la amistad y de cómo los lazos que forjamos en nuestra juventud pueden trascender el tiempo, manteniéndose vivos en el corazón.

 Alegría de verlo en la ceremonia de inauguración de la nueva biblioteca pública de Collipulli…Feliz de saber de él de conocer a parte de su familia….Un abrazo de hermanos de amistad…Un grato encuentro, en fin…

 Un reencuentro lleno de emociones: amistad y recuerdos en la inauguración de la biblioteca de Collipulli, donde tuve la alegría de ver nuevamente a Mario Sebastián Mayer Orellana, aquel amigo de    Victoria, pero que había nacido y dado sus primeros pasos en Collipulli.-

El tiempo no ha borrado los lazos que nos unieron. Al verlo, no sólo me emocionó saber de su vida como escritor, constructor civil y pastor evangélico, sino también conocer a parte de su familia, quienes reflejan su calidez y valores. Nos dimos un abrazo de hermanos, uno de esos que trascienden el tiempo y las distancias, y que simbolizan una amistad construida desde lo más genuino.

Fue un reencuentro cargado de nostalgia, de risas, y de esas historias que, al contarlas, parecen haber sucedido apenas ayer. Compartir este momento en un espacio tan significativo como una biblioteca, símbolo de cultura y aprendizaje, hizo aún más especial la ocasión.

Este encuentro no fue solo un viaje al pasado, sino también una reafirmación de los lazos que nos definen y del privilegio de reencontrarnos en el presente con quienes marcaron nuestra vida. Sin duda, un regalo del destino que quedará grabado para siempre en el corazón.