Septiembre es para los chilenos el mes de las Fiestas Patrias. Por eso mismo, el de las cuecas y las ricas “caldúas”, calentitas, cuyo jugo corre presuroso al primer “avance” y también de la rica chicha baya servida en “potrillos” de vítrea manufactura; el de los juegos tradicionales, del trompo, de la rayuela, del palo ensebado y los volantines…Estos últimos, llenos de colorido, cruzan el cielo con sus avances y arranques, disputándose las corrientes de aire ascendentes para llegar tan alto como es posible, dando un hermoso espectáculo, sobre todo en los pueblos y ciudades de la zona central, donde las lluvias ya han dado paso a un luminoso cielo azul. Grandes y chicos pueden entonces divertirse con el antiguo pasatiempo, que es parte de nuestras fiestas costumbristas de septiembre.
Dicen que a Chile el volantín habría llegado a mediados del siglo XVIII, en baúles y maletas de viaje de monjes benedictinos; quienes solían competir en sus ratos de ocio, con estos leves armatostes confeccionados con coligüe y papel de color.
Luego de la Independencia, cuando se comenzaron a celebrar las Fiestas Patrias, el juego del volantín ya rivalizaba con otros. Tanta era la afición que en cierto momento pasó a presentar un serio peligro, ya que los niños solían correr en busca de los “cortados”, en medio de los carruajes y caballos, corriendo riesgo ellos y entorpeciendo el tránsito de los coches y de los ciudadanos que paseaban por los parques.
En algunos lugares se armaban desafíos a los que concurrían campeones de todos los barrios vecinos y se hacían “bolas” tan inmensas, que según las crónicas no bastaba la fuerza de un hombre, por lo que se construían tornos especiales que eran adosados al suelo para poder manejar tamaño divertimento.
Para los niños la máxima entretención era un “chonchón” o “cambucha”, hecho generalmente de papel de cuaderno o de diarios viejos, sin armazón de palillos y una cola de papel o de cáñamo, con la que se entretenían corriendo por el barrio, los parques o potreros aledaños a los pueblos provincianos.
A estos lugares concurría la afición con gran cantidad de volantines de todas clases y dimensiones con el solo fin de “colear”, “tumbar” o “echar cortada” , aunque muchas veces se echaban tumbados unos a otros antes de alcanzar a tocarla siquiera.
En la cola se le colocaban “medias lunas”, que consistían en pedazos de vidrios de botellas de los más cortantes.
Por su parte los frágiles volantines iban equipados con “cañuelas” de “hilo curado”, “colchado” o “envidriado” como se llamaba en el sur. Elementos hoy estrictamente prohibido.
El juego del volantín se sigue practicando, preferentemente de la zona central al norte, pero ya muy reglamentado; estando actualmente prohibido el uso del “hilo curado”, debido a las lesiones y, en casos extremos, muertes accidentales que este último ha provocado.
En cada pueblo de Chile, han surgido verdaderos artesanos en la construcción del volantín, quienes año a año tratan de mantener vigente este vistoso, colorido e ingenioso juego que resurge anualmente con la luminosidad de la primavera en el mes de la patria.- (Chile Crónicas desde el corazón la Araucanía)