COLLIPULLI.- Por las calles de Collipulli, el murmullo de la fe se hizo presente. En cada palma levantada al cielo, en cada oración susurrada al amanecer, el Domingo de Ramos cobró vida como una expresión profunda de espiritualidad y comunidad.
Desde temprano, la Plaza de Armas se fue llenando de fieles. Hombres, mujeres, niños y adultos mayores llegaron con sus ramos de olivo, romero, laurel y palmas tejidas entre las manos. Eran más que simples adornos: eran símbolos de esperanza, de fe, de una tradición que año tras año convoca a creyentes y curiosos por igual.
En el centro del principal paseo público de la ciudad de Collipulli, el padre Misael Reyes Lillo, cura párroco de la comuna, encabezó la ceremonia de bendición de los ramos. Sus palabras, sencillas y profundas, resonaron entre los asistentes. Fue un momento de recogimiento, pero también de celebración: la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén se hacía presente en el corazón de Collipulli.
Luego, la liturgia continuó con procesión, cantos y oraciones que marcaron el inicio de la Semana Santa, también conocida como la Semana Mayor de la Iglesia Universal. Durante el fin de semana, la celebración se extendió a las comunidades de Villa Esperanza, Linco Poniente, Villa Curaco y Villa Mininco, donde se vivieron emotivas eucaristías y bendiciones, reafirmando la fe en cada rincón de la comuna.
El Domingo de Ramos no es solo una fecha en el calendario litúrgico. Es, para los cristianos, la puerta que abre el camino hacia los misterios más profundos de su fe: la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Es el momento para recordar que, como aquel pueblo que recibió a Jesús con palmas y cánticos, también hoy se puede proclamar a Cristo como el pilar fundamental de la vida.
Collipulli lo hizo, con devoción y esperanza, ramos en mano y corazón abierto.